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Las Pasiones Negativas en el Cristiano

 

Elías era hombre sujeto a semejantes pasiones que nosotros…” (Stg. 5:17).

Como puede observar el lector, estoy citando solamente la parte inicial de este Texto. La razón es que no tengo intención de hablar del milagro aludido ni de otros más operados por el profeta Elías, aquel poderoso varón de Dios, distinguido por los estudiantes de la Biblia como “el profeta de fuego”. Quiero en cambio, hacer énfasis en la declaración que aquí nos hace el apóstol Santiago, señalando una desagradable pero innegable verdad: La presencia de las pasiones negativas en la humanidad de cada hijo de Dios, inclusive en la de los vasos que fueron usados por el Señor en formas distinguidas antes y de los están siendo usados hasta el día de hoy.

No es ningún secreto el hecho de que prevalece hoy entre nuestros ambientes religiosos, una semiuniversal “apariencia de piedad” (2 Tim. 3:5), y que en ella actúan una grande multitud de creyentes y de predicadores. Los tales insisten en convencerse a sí mismos, y por lo consiguiente a todos los que estuvieren al alcance de su influencia, con un mensaje de apariencia. Una apariencia que es en realidad una vil hipocresía. La torcida, pero común interpretación bíblica que usan, es que el pecador después de haber creído en el Señor Jesucristo, de haber sido bautizado en Su Nombre y de haber recibido el don del Espíritu Santo hablando en nuevas lenguas, ha quedado inmune a las pasiones pecaminosas.

Imposible sería en este breve comentario citar todas las Escrituras, razones y casos que refutan la falsa e ilusoria interpretación aludida. Me reduzco, por tanto, a unos cuantos Textos que son clave y muy propios para el caso, tales como el siguiente: “A la figura de la cual el bautismo que ahora corresponde nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como demanda de una buena conciencia delante de Dios,) por la resurrección de Jesucristo” (1 Ped. 3:21). En esta porción Escritural, el Espíritu Santo por medio del apóstol Pedro, hace ciertamente énfasis una vez más sobre la importancia fundamental del bautismo. Pero a la vez nos declara en el mismo Texto, en forma concreta y suficientemente específica, una desagradable pero innegable verdad. Esta innegable verdad, que Dios nos reconfirma aquí por instrumentalidad del apóstol, consiste en que la presencia de “las inmundicias de la carne” (1 Ped. 3:21) continúan residiendo en la humanidad del pecador, aun después de ser ya un creyente en el Señor. Y esto, sin excepción.

Esta Escritura es usada prominentemente por todos los que hemos entendido que el bautismo debe de ser por inmersión en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, y básico para la salvación y el perdón de los pecados (Mr. 16:16; Hch. 2:38). Pero, en cambio, es ignorada por muchos, cuando de la verdad aludida se trata.

La razón que me ha movido para volver a escribir sobre este tema, es el ver a muchos de mis hermanos (y entre ellos a compañeros en el ministerio), quienes sufren al sentir en sí la presencia de las pasiones e inmundicias de la carne. Y ciertamente le pelean, pero en forma equívoca e inútil, pues tratan de ignorarlas actuando como que no existen en sus vidas. Aclaro que estos razonamientos no son para los cristianos y ministros sucios, y menos para los que aun enseñan la ridiculez de que el creyente en el Señor ya no tiene pecado, ni caso tiene que nos ocupemos en tal simpleza. Lo escrito es para los cristianos fieles y sinceros quienes, en su anhelo intenso de servir y agradar al Señor, sufren porque miran que no pueden ser lo que como hijos de Dios quisieran. De este problema tratan las Sagradas Escrituras más que de ningún otro, pero por causa del espacio, me reduzco a elaborar solamente sobre lo ya citado: Lo dicho por Santiago apóstol sobre las pasiones en el profeta Elías, y lo declarado por el apóstol Pedro de que EL BAUTISMO NO QUITA “las inmundicias de la carne” (1 Ped. 3:21). Invito, inclusive, a que se lea también lo dicho a este respecto por el apóstol Pablo en Romanos 7:15-25.

Santiago apóstol, como uno de los ministros fieles y prominentes en la Iglesia del Señor en los principios de esta, estaba plenamente consciente del problema de las pasiones negativas en las vidas de los hijos de Dios; precisamente por ello, él hace mención de este problema en su breve epístola universal. Estaba a la vez consciente de una tendencia común entre el pueblo de Dios, que prevalece por cierto hasta hoy muy particularmente entre los cristianos gentiles. Esta consiste en creer que los hombres de Dios usados en una forma especial y prominente por Él, tanto en los siglos pasados como en el tiempo presente, eran o son de una “casta superior”. Una especie de superhumanos que vivían o viven inmunes a las pasiones negativas de la carne.

De esta tendencia es, precisamente, de la que se estaban aprovechando algunos ya en el tiempo de los apóstoles, y por eso vemos que todos ellos escriben entre sus cartas, previniendo al pueblo del Señor de tal peligro. Pues al ignorarse la verdad al respecto, el mismo cristiano fiel y sincero está expuesto para que los hipócritas se presenten y, “teniendo cauterizada la conciencia” (1 Tim. 4:2) lo engañen, haciéndole creer que ellos son de esa “casta superior”. Preso ya el creyente fiel en esa impresión errónea, es fácil para “el acusador de nuestros hermanos” (Ap. 12:10) trabajar en ese sincero pero incauto hijo de Dios, y aprovechando su ignorancia, hacerle creer que la presencia de las pasiones negativas en su carne son la prueba de que él no es de los escogidos, o que ya Dios lo dejó.

Repito que, tratando el hijo de Dios de ignorar o de ocultar las pasiones negativas de su condición pecaminosa, no ha sido ni será nunca la forma de poder vencer. Pues esos impulsos son parte integrante de nuestra humanidad, y por tanto es imposible el deshacernos de ellos; son la herencia de pecado recibida de nuestros primeros padres, inevitablemente. Durante los siglos que han pasado, han sido muchos los experimentos que los cristianos han hecho tratando de librarse “del cuerpo de esta muerte” (Rom 7:24), y todos les han fallado hasta hoy. Muchos han tenido aun de recluirse por completo para no ver, no oír, ni hablar mas que solo con Dios. Pero, aun así, nadie jamás ha logrado librarse por completo de las inmundicias de su carne, al grado de no pensar nada malo o de no sentir en lo absoluto aquellas pasiones, que como fiel cristiano no solamente no quiere, mas aun aborrece.

La innegable realidad es que no solamente Elías, sino también Abraham, Moisés, Samuel, David, Isaías, Daniel, Pedro, Pablo, Juan, etc., “eran hombres sujetos a semejantes pasiones que nosotros (y esos ‘nosotros’ somos Santiago, tú y yo)” (Stg. 5:17). Los nombrados, y todos los no mencionados, no fueron usados por Dios por cuanto eran de una “casta superior” o de una naturaleza humana perfecta. Fueron usados por la sencilla pero tremenda realidad, de que Dios no escoge a alguien porque sea muy digno o porque lo merezca, sino porque Él escoge a quien a Él le place. Inclusive, ha escogido a veces a quien más ha fallado, como en el caso del apóstol Pedro. Por eso dice: “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí (aun antes de nacer)(Rom. 9:10-13).

Cualquiera que ha leído la Biblia, sabe que en ella se da razón abiertamente de la innegable verdad aludida. Esto es, precisamente, lo que Santiago apóstol quiso que los cristianos de su tiempo entendieran; y es lo que Dios quiere que nosotros hoy también entendamos. Cualquiera de entre nosotros que reclamare mientras estuviere viviendo en esta humanidad, que él (o ella) ya no tiene pecado, o que ya está completamente libre de todas las distintas pasiones e inmundicias de la carne, es un hipócrita, es mentiroso, es un falso. Solamente ha existido un solo Humano de quien se puede decir en verdad tal cosa: Jesucristo nuestro Salvador.

Pues “si (nosotros) dijéremos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y no hay verdad en nosotros. (En cambio) Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad. Si dijéremos (aun viviendo como cristianos) que no hemos pecado, lo hacemos a Él mentiroso, y Su Palabra no está en nosotros” (1 Jn. 1:8-10). “Mas si andamos en luz (si andamos de verdad), como Él está en luz, tenemos comunión entre nosotros, y la sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Jn. 1:7). Esta es, precisamente, la razón del grito de victoria del apóstol Pablo: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Rom. 7:25). Las Sagradas Escrituras son completamente claras en este respecto, y de una manera más particular en el Nuevo Testamento. Nadie puede ser salvo por sí mismo. Nadie puede ser justificado por sus propias obras o méritos (ni al principio, ni después ya como cristiano) no importa qué tantos y qué tan buenos fueren estos. Porque sabemos que solamente por la Gracia redentora de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, y por Su misericordia infinita, podemos alcanzar el bendito privilegio de ser aceptables a Él, y también el de ser usados por Él. Todo cristiano que no reconociere y aceptare esto, sea este un miembro de la iglesia o un ministro en la misma, está perdiendo su tiempo porque su cristiandad es vana.

He señalado aquí, que las pasiones negativas seguirán siendo una inevitable realidad en la humanidad de todo fiel hijo de Dios, y que tiene que aceptar el hecho feo y desagradable de que va a sufrirlas mientras viviere. Mas he señalado también con la Palabra de Dios, aunque en forma lacónica, cómo puede hacerles frente legítimamente para tener “buena conciencia” (1 Ped. 3:21). La clave está, repito, en no tratar de ocultar o disimular, ni mucho menos negar esta crónica enfermedad, sino antes hacer exactamente lo contrario. Y así, con un reconocimiento sincero y con un “corazón contrito y humillado” (Sal. 51:17), demandar de Dios esa “buena conciencia” (1 Ped. 3:21), y creer que por Su Gracia podemos ser vencedores cada día.

He insistido aquí en nombrar las pasiones “negativas”, por razón de que es precisamente en su forma negativa en la que estas hacen sufrir al fiel hijo de Dios. Pues es un hecho innegable que las pasiones en sí, el Creador las puso en nuestro ser para que las usemos en forma positiva. La mayor prueba de esto, es que Él mismo demanda de Sus hijos que le amemos con una pasión profunda e intensa. Y Él mismo así nos amó. Concluimos, por tanto, que nuestra naturaleza humana depravada (ayudada por la potestad de las tinieblas), torna negativas las pasiones y apetitos positivos que residen en nuestra humanidad, transformando lo honroso en deshonra, lo bueno en malo, lo limpio en sucio. También el coraje positivo, lo torna en ira y en rabia. La determinación apasionada, la torna en capricho y necedad. El anhelo normal, en ambición y codicia desmedida. El apetito correcto por la comida, en repugnante glotonería. El temor natural, en espanto y en horror. El celo positivo, en celo asesino. Un amor profundo, fácil lo torna en un odio acérrimo, etc.

Pero entre todos los apetitos y las pasiones humanas, tornadas negativamente, la que más ha atormentado siempre a los fieles hijos de Dios ha sido el sexo. Inclusive para el cristiano sincero (hombre o mujer), es la más difícil y penosa de confesar. Tener problema con algunas de las otras es menos vergonzoso, pero cuando el problema es sexual, es diferente. No existe ningún humano (incluidos los creyentes en el Señor Jesús), que no tuviere de ser afectado en una forma o en otra y en un grado u otro, por las pasiones de carácter sexual. Nadie puede reclamar, y decir verdad, que en todo el curso de una vida ha estado completamente exento e inmune a los pensamientos y a los impulsos de carácter sexual (y en esto precisamente está incluido cada cristiano, no importa cuál fuere su temperamento). Todos los humanos somos originados en el sexo, y cada uno en sí tiene sexo. Nuestro Creador mismo señala esta realidad cuando dice: “que el que los hizo al principio, macho y hembra los hizo” (Mt. 19:4). Por eso he insistido que el tratar de evadir o de ignorar esta realidad, no le ayuda a ningún hijo de Dios, antes él solo se hace a sí mismo la vida más miserable.

Inclusive, ya anticipé que lo dicho aquí no es para los que viven en pasiones y apetitos desenfrenados. Estas letras van dirigidas, por inspiración de mi Dios, para mis hermanos en la fe que temen y sirven al Señor, y que les importa agradarlo. Y es más particularmente para aquellos (ambos sexos) que están en el tiempo de sus vidas, y en ciertas condiciones, en que la lumbre de las pasiones sexuales arde en ellos en formas negativas, a grado de hacerlos desear aún la misma muerte. Durante el curso de mi ministerio, y mayormente en estos últimos años de mi madurez, son muchos los hijos de mi Dios quienes con pena y aun vergüenza, se han allegado conmigo para pedirme el consejo, la ayuda espiritual y la oración.

Precisamente movido en estos últimos días por la solicitud de algunos, he escrito lo presente. Y de igual manera como lo he dicho y escrito en ocasiones anteriores, digo otra vez a los cristianos temerosos de Dios (hombres y mujeres, jóvenes y mayores, casados, solos o célibes, y a los mismos fieles ministros del Señor): No vivamos soñando que nuestra carne va a estar aquí un día libre por completo de todas las pasiones. Mientras estuviere viva va a hacer sufrir de una manera u otra al hijo de Dios que vive en ella.

Pero por la otra parte, tampoco aceptemos la acusación del diablo que de continuo dice al oído del temeroso y sincero hijo de Dios: “Mira tus pasiones y tus sentimientos e impulsos pecaminosos. Mira que no te puedes librar de ellos, y eso es la prueba de que ya Dios te dejó, de que ya no tienes parte con Él”. No pierdas el tiempo tratando de negar ante Satanás la realidad de que “las inmundicias de la carne” (1 Ped. 3:21) moran en ti, deja que eso lo hagan los hipócritas. Tú dile al diablo que es cierto que todo aquello feo y negativo está en ti, pero que tú no eres acepto al Señor por tus propios méritos y justicias, sino por Su Gracia. Que por Su misericordia Él te ha alcanzado, y que sabes que, viviendo en humillación y comunión, “la sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Jn. 1:7).

Dios os bendiga

~ Pastor Efraim Valverde Sr.

 

Referencias

[1] Revista Internacional Maranatha Pg. 12, 13. Vol.79 -N0.18- Julio -2020

[*] Énfasis de nuestroanciano.com

[**] “Copyright Disclaimer Under Section 107 of the Copyright Act 1976, allowance is made for -fair use- for purposes such as criticism, comment, news reporting, teaching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted by copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit, educational or personal use tips the balance in favor of fair use.”; Source:Internet

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